«En la mente del principiante hay muchas posibilidades; pero en la del experto hay pocas.»
– Shunryu Suzuki –
Un erudito acudió a Nan-in, un Maestro japonés que vivió en la era Meiji. Nan-in era admirado por su sabiduría, su prudencia y por la sencillez de su vida, a pesar de haber sido en su juventud un personaje que había brillado en la Corte.
El erudito se hizo anunciar con antelación, enviando un escrito en el que presentaba todas sus calificaciones, logros y ensayos, y a la vez haciendo saber que no disponía de mucho tiempo, pues debía regresar a sus tareas. Cuando llegó, saludó al Maestro y, sin mas preámbulos, le preguntó por el Zen.
Nan-in le ofreció té. Colocó un cuenco frente a su visitante y comenzó a llenarlo sin prisa y sin pausa. Aunque la taza del visitante ya estaba llena, el Maestro siguió vertiendo té. El erudito vio que el té se derramaba y ofuscado, dijo. – ¿Pero no se da cuenta de que el cuenco está completamente lleno? ¡Ya no cabe ni una gota más!
Al igual que este cuenco, respondió Nan-in, usted está lleno de sus conceptos, ideas y opiniones. ¿De qué manera podría yo mostrarle lo que es el camino del Zen, si no hay espacio ni para una gota más?
La mente de principiante a la que hace referencia Suzuki Roshi no es una mente ingenua. Tampoco es una mente inmadura o torpe. La mente de principiante es aquella que no ve sus preconceptos o ideas como algo fijo y definitivo, sino que es flexible y humilde. Siempre atenta, escucha con atención y profunda curiosidad. Se deja sorprender, y considera todo punto de vista como válido, y aunque no necesariamente lo comparta, siempre lo respeta.
«El saber no ocupa lugar» propone Arnoldo el Sabio. No ocupa lugar, pienso, en tanto fluya. Debe permitir el espacio para ser interpelado, transformado. Cuando el saber nos vuelve arrogantes y lo que creemos que sabemos se transforma en una idea fija, en opiniones irrefutables, o en un espacio seguro donde nos podemos refugiar de lo desconocido, nuestro cuenco rebalsa.
Saber más no te hace más sabio. Vive tu vida, vive tu práctica con eterna mente de principiante. De esta manera, siempre habrá espacio para té en tu cuenco.
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