«No puedes encontrar la paz evitando la vida.»
– Virginia Woolf –
En general vivimos vidas ajetreadas. La familia, el trabajo, la salud… infinitas responsabilidades que son parte de nuestra vida. Hay un momento en que necesitamos hacer una pausa, recuperar energía. En ocasiones llegamos exhaustos al final del día o al fin de semana y no hay nada mejor que desacoplar la mente de la locomotora del día a día. Sin embargo, existen diversas maneras de hacer esta pausa, y en varias ocasiones lo que en realidad hacemos es cambiar de locomotora, pero seguimos en el mismo vagón.
Podríamos decir que una cosa es pausar, y otra es reemplazar. Existen dos maneras de quitar el agua de una cubeta: se la puede vaciar, o se la puede llenar de otro líquido más denso hasta que toda el agua sea desplazada del contenedor. Ambas formas cumplen el objetivo de quitar el agua, aunque el resultado es diferente. En un caso, tenemos una cubeta vacía (lista para recibir su nuevo contenido) y en el otro, una cubeta vacía de agua pero llena de otra cosa.
No digo que una manera sea necesariamente mejor que la otra, y sin embargo lo que sí es importante es notar la diferencia, siendo realmente conscientes de qué es aquello que solemos hacer para soltar el estrés o dificultades que colman nuestro balde al final del día o la semana. Observar de qué manera pausamos y nos recuperamos.
La realidad es que no podemos hallar la paz evitando la vida. No podemos realmente dejar ir el estrés y las preocupaciones reemplazando lo que nos aqueja con una serie en Netflix o una profunda inmersión en las redes sociales. En sí, la TV y las redes sociales (entre otras cosas) no tienen nada de malo, el punto es cómo, cuándo y para qué las usamos. Darnos cuenta si en ocasiones las estamos utilizando para evadir o suplantar un estado emocional en lugar de pausar y recuperar. Cuando esto ocurre, en vez de ser un espacio de nutrición para la mente y el espíritu, la nueva actividad se convierte en una gruesa capa de maquillaje que no hace más que ocultar aquello que probablemente vuelva a surgir (y con refuerzos) en la primera ocasión posible.
A veces necesitamos pausar, recuperarnos. Prestar atención a nuestros hábitos en la manera en que lo hacemos puede ser la diferencia entre el verdadero descanso o simplemente una manera de desviar la atención. Un test simple para comprender si lo que hacemos nos acerca o aleja de la vida es detenerse a observar cómo nos sentimos luego del período de recuperación: si renovados, centrados, de buen ánimo o si en realidad aún nos sentimos estresados, cansados y pesados.
Pausa… y busca maneras de hacerlo que te nutran, que te mantengan en contacto contigo y con lo que te rodea. Maneras de soltar que te llenen de vida, y que te permitan volver a las complejidades del día a día con energía renovada. Un libro, un abrazo, una conversación con un ser querido… cocinar, realizar ejercicio, bailar, hacer arte, escuchar un podcast… Solo tú sabes cuál es tu propia receta. Allí, en verdadero contacto con la vida, es donde se encuentra la paz.
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