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Existe un tipo de pensamiento que es determinante en la manera en que nos comportamos y actuamos, y también es fundamental en la forma en que nos desarrollamos y operamos como seres humanos. Este tipo de pensamiento es lo que se conoce usualmente como “la voz interior”.
Esta “voz interior”, este “discurso interno”, representa usualmente la manera en que te relacionas contigo mismo. Me animo a decir que quizá sea la más privada de las conversaciones, el más íntimo diálogo de tu mente.
¿Cómo es ese diálogo interno? A veces esa voz es un dulce susurro... y en ocasiones es una voz tirana. ¿Qué dice tu voz interior cuando te miras en el espejo en las mañanas? ¿Qué dice cuando te equivocas? ¿Qué dice cuando te enfureces? ¿Qué dice cuando te propones hacer algo diferente?
En este episodio de Palabras en el camino buscaremos observar lo que tu voz interior te dice, y la manera en que dialogas contigo mismo.
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La ciencia nos dice (hoy) que tenemos alrededor de 6.200 pensamientos por día. Si consideramos que permanecemos en promedio unas 17 o 18 horas despiertos cada día, esto significa que tenemos alrededor de cinco a seis pensamientos por minuto (¡O uno cada diez segundos!).
En este episodio hablo sobre un importante aspecto de la actividad mental, relacionado al tema cómo y cuánto pensamos.
Entre esos 6.200 pensamientos hay mucho proceso mental muy valioso: Pensamientos que nos permiten actuar de cierta manera, u operar de cierta forma. Estos son pensamientos que nos ayudan a planear para el futuro o a reflexionar sobre el pasado. Pero asimismo hay otros pensamientos, y quizá lamentablemente sean la mayoría, que lo único que hacen es ocupar energía y espacio en nuestra mente, sin realmente tener ningún beneficio aparente...
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¿Somos esclavos de lo que pensamos? ¿El proceso que ocurre desde el momento en que nace un pensamiento y se convierte en palabra o acción, escapa completamente a nuestra capacidad de guía o de determinación?
Un pensamiento surge, y cuando esto ocurre en general está condicionado por quienes somos, nuestra cultura, conocimientos, temores, creencias, hábitos y muchas cosas más que hacen que nuestro pensamiento sea único y personal, un reflejo de nuestra propia identidad.
En este episodio de Palabras en el Camino exploramos la manera en que no puedes en general elegir o controlar aquello que nace de tu mente, pero puedes optar por cómo alimentarla de manera adecuada para influir sobre la salud de tus pensamientos.
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Siempre hay un espacio, por más pequeño que sea, entre el pensamiento y la acción... o en ocasiones incluso un largo espacio que se da entre el pensamiento y la inacción. ¿Cómo podemos responder en lugar de reaccionar?
En este episodio hago referencia a una de las cosas que ocurren en ese espacio, que es la manera en que partimos de un pensamiento original y comenzamos a sumarle otros pensamientos, ideas y conclusiones que al final terminan convirtiéndose en un ensamble o conjunto de pensamientos y emociones que en general tienen poco que ver con aquel primer pensamiento que surgió en nuestra mente.
A esto es lo que llamo el efecto “bola de nieve mental”.
Un pensamiento surge, y en ocasiones le agregamos, sumamos y modificamos cosas a tal punto que queda poco y nada del pensamiento original.
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En este episodio reflexiono sobre el pensamiento, ese diálogo interno que ocurre en la mente antes de que exista la palabra, la acción o el hábito.
Comprender que nuestros pensamientos son una expresión de “el mundo según mi propia visión” nos pone en ventaja, o nos brinda una importante herramienta para elaborar de manera positiva ese trayecto entre el origen del pensamiento y en su transformación antes de convertirse en palabra o acción. Partir de la idea de que aquello que estás pensando es pura y exclusivamente tus creencias y tu visión de las cosas te permite ver con mayor claridad que la realidad puede ser diferente desde la perspectiva de otra persona a lo que tú ves en tu mente, y de esta manera actuar en consecuencia.
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Vivimos permanentemente condicionados a través de nuestros hábitos, y esto nos convierte en la persona que somos. Es por ello que el origen de aquellos hábitos que conforman nuestro comportamiento es la base de donde surge la verdadera capacidad de transformación.
La fórmula para lograr un equilibrio, para romper la cadena de reacción en el ciclo de pensamiento-palabra-acción y hábito es muy simple, y no por simple quiero decir que sea fácil.
En este episodio de Palabras en el camino veremos la manera en que hacer una pausa significa pasar de un esquema de acción-reacción a acción-respuesta. Nos permite responder en lugar de reaccionar a aquellos acontecimientos que generan nuestros pensamientos, a los pensamientos que se convierten en palabras y acción, y a las acciones que se transforman en futuros hábitos.
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Ser ecuánime significa mantener el equilibrio en medio de los cambios de la vida. Mantenerse despierto ante el proceso de impermanencia en la vida, ante el continuo devenir de las cosas y los seres, y en medio de ello mantener la calma y la paz.
Como virtud, la ecuanimidad hace referencia a la capacidad de mantenerse abierto, receptivo y equilibrado frente a las fluctuaciones del devenir mundano. Es armonía mental, es libertad inconmovible de la mente, un estado de equilibrio interior que no es afectado por éxitos o fracasos, ganancia o perdida, honor o deshonor, alabanzas o críticas, placer o dolor.
Y también es importante comprender aquello que la ecuanimidad no es.
En este episodio exploramos con mayor detalle la ecuanimidad en su aspecto profundamente liberador y transformador del ser humano.
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De chico aprendí de mis padres y la sociedad que tenía que ser “duro como un roble”. Sostenerme firme frente a los huracanes de la adversidad.
La resiliencia se define como la capacidad de un individuo para adaptarse adecuadamente al estrés y la adversidad.
La resiliencia no es algo que se tiene o no se tiene. Es un conjunto de comportamientos, pensamientos y acciones que cualquiera puede aprender y cultivar. Las emociones positivas contribuyen a la resiliencia, y las personas altamente resilientes también demuestran flexibilidad emocional.
La capacidad de encontrar un propósito en la vida, así como la creencia de que uno puede crecer a partir de las experiencias positivas y negativas de la vida, son procesos que se relacionan con la resiliencia.
En este episodio vamos a explorar el concepto de "resiliencia", y la diferencia entre ser duro o flexible para enfrentar la adversidad.
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«El David siempre estuvo escondido en ese gran bloque de mármol, lo único que yo hice fue quitar las partes que sobraban.»
– Miguel Angel Buonarroti –
Descubrir al David escondido. Des-cubrir… quitar aquello que cubre, que tapa y no permite salir a la luz a aquello que ha de ser descubierto.
El desarrollo como persona en todas sus aspectos, y en especial en el espiritual, puede ser visto como el «esculpir» de nuestro ser (o Ser). A través de un proceso que lleva mas o menos toda la vida, damos forma o descubrimos aquello que somos en lo más profundo de nuestra naturaleza humana en relación a nosotros mismos, y a todos los seres.
Existen dos variantes básicas para crear una escultura: quitar o agregar. Mármol o arcilla. O bien descubrimos las formas ya existentes en el bloque de material, o agregamos material para crear una forma allí donde antes no había nada.
Vivimos en tiempos extraños, en los que pareciera que partimos de un bloque de mármol y comenzamos a agregarle cosas para convertirlo en una bella escultura. Un brazo allí, una nariz allá. Un hombro a la derecha, un meñique a la izquierda. Luego retrocedemos para ver cómo va la obra y nuestro ceño se frunce. Algo no está en equilibrio. Se parece demasiado a un tosco bloque de mármol con un brazo, una nariz, un hombro y un meñique. Y nos frustramos. Faltan más brazos, y quizá uno que otro dedo, concluimos. Y continuamos con convicción, manos a la obra.
En la cultura del «sumar» buscamos allí fuera aquellas cosas que por añadidura pensamos nos van a transformar en lo que creemos queremos ser. Un curso por aquí, un gurú por allá. Una piedra energética a la derecha, una sesión de yoga a la izquierda. ¿Hay algo de malo en los cursos, los gurúes, las piedras o el yoga? Para nada. Simplemente pregúntate si son cincel o arcilla… si suman a un bloque de mármol sin forma, o si descubren al David.
¿Qué es aquello que sobra y que Miguel Angel quitó? ¿Cuáles son los trozos de mármol en tu vida que no permiten que la verdadera esencia de quien eres salga a la luz? Mira hacia el interior, cincel en mano, y descubre tu esencia, en lugar de seguir sumando cosas con la esperanza de que en su acopio se produzca algún tipo de despertar o realización personal.
Una enseñanza, una práctica, una acción… cualquier cosa en tu búsqueda puede ser arcilla o cincel. Des-cubrir en lugar de tapar, depende de ti.
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